sábado, 6 de diciembre de 2008

TRIESTE.



Antes de salir a perderme por calles solitarias y tomar un café, me apetece leer algo de Italo Svevo, un escritor casi de cabecera y con un tono melancólico y, a la vez, muy vital.

" Una vez, siendo estudiante, cuando cambié de habitación , tuve que pagar un nuevo tapizado de las paredes porque las había cubierto de fechas. Probablemente abandoné esa babitación porque se había convertido en el cementerio de mis buenos propósitos, y no creía posible concebir otros en ese lugar (...) Las fechas sobre las paredes de mi habitación estaban escritas con los colores más diversos e incluso al óleo. El propósito , renovado con la fe más ingenua, encontraba adecuada en la fuerza del color, que debía hacer palidecer el dedicado al propósito anterior. Prefería algunas fechas por la concordancia de las cifras. Del siglo pasado recuerdo una fecha que me pareció debía sellar para siempre el ataúd en que quería encerrarse mi vicio (...) La enfermedad es una convicción , y yo nací con ella. De la de mis veinte años no recordaría gran cosa si no la hubiera descrito entonces a un médico. Es curioso cómo se recuerdan mejor las palabras dichas que los sentimientos que no llegan a agitar el aire..."

Italo Svevo (1861-1928)

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