lunes, 21 de septiembre de 2009

" EL RESTO ES HUMO "


Los suplementos dominicales de los periódicos, suelen repetirse cada vez más. Me he aburrido descubriendo demasiadas coincidencias llenas de bazofia y morralla; signo de los tiempos.

¡ Menos mal que aún quedan lugares escodidos !

" Como el tiempo sólo es una emoción, imagino que al final de la vida uno podrá resumir toda su existencia en el recuerdo de un verano, de una sobremesa con los amigos, de un viaje, de un aroma, de una canción. En la vida de cualquiera hay un verano donde se cruzaron varios caminos. Suele suceder al final de la adolescencia. Fue aquel verano en que uno se enamoró por primera vez o en el que se enteró de un pasado familiar que desconocía o en el que descubrió la historia de la guerra que le habían ocultado o en el que se reconocíó por primera vez el propio cuerpo en medio de la naturaleza de los sentidos.

Con el tiempo la memoria se convierte en una sensación y dentro de ella sonarán hasta el final de la vida las risas de aquellas tertulias en el café o en las sobremesas de noche durante las vacaciones bajo las estrellas. De la misma forma a uno le acompañarán siempre algunos sonidos. El más misterioso de todos era el silbido desgarrado del tren que cruzaba la campa en la oscuridad. Uno lo oía en la cama dentro del sueño y parecía que llevaba con él todos los deseos posibles de fuga. El sonido del agua en los canalones durante los temporales de invierno, el silencio blando de la nieve, los tacones de una mujer en el callejón de un barrio duro, las voces de algunas parejas que vuelven de juerga por el pasillo del hotel, las distintas puertas que se cierran y a continuación los gemidos de un orgasmo en la habitación de al lado.

Probablemente la lectura de un libro o el estudio de una asignatura en la universidad irá unido de forma sustancial con el aroma de un guiso que llegaba de la cocina y también una canción te recordará siempre un tema de Derecho o de Anatomía. Por mi parte recordaré siempre aquel verano iniciático de mi adolescencia en el hotel Voramar de Benicasim, la campana del tranvía de la Malvarrosa, el olor a pino en el jardín de Villa Valeria en el Guadarrama, las tertulias en el Café Gijón al final de la dictadura, las sobremesas con los amigos alrededor de Rafael Azcona y entre todos los viajes el que hice a Itaca. Como canta Yvie Anderson : el amor es como un cigarrillo que se quema a medida que se acerca a la boca. El resto solo es humo "

Manuel Vicent.

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