miércoles, 21 de noviembre de 2012

LISLOTT.


      Tasas, aranceles y demás timbres, recuerdan otros tiempos. En estrados, las cosas cambian y el justiciable pierde.

     Casi se me olvida la cita con don Gonzalo, hay buen café y bizcocho de nueces.

    " ... Fui a uno de esos cafés y asistí al espectáculo. Querido Roberto : he visto a una mujer desnuda- quiero decir, a varias- ; he visto a una mujer cochina; he podido escuchar las voces lúbricas de los varones maduros y experimentados mientras yo enmudecía. Finalmente, lo que vi no me sirvió de nada, y sigo preguntándome cómo es una mujer desnuda, porque a estas que vi les faltaba el misterio, eso sobre lo que versaban nuestros interrogatorios interminables, lo que intentábamos descubrir con nuestras adivinaciones. De algo, sin embargo, me sirvió el espectáculo del café del muelle : saber que mezclado al mundo de la decencia está el de la indecencia, el de la fealdad, al de la belleza, el de lo horrible a lo maravilloso, y que nadie lo ha debidamente delimitado. Querido Roberto, la más desvergonzada y repugnante de aquellas mujeres que vi desnuda es también una de las más bellas, quizá la más, de mi vida. ¿ Tú lo entiendes ? Te digo bella sin restricciones, te lo digo como puede ser absoluta la divinidad de Dios. Y te digo, además : pura en reposo y en silencio; pura cuando, fatigada, se recuesta en la columna que limita el escenario, y baja los párpados :  entonces parece como si la recobrase otra mujer que lleva dentro; lúbrica, demoníaca, cuando abre los ojos y se mueve, cuando canta procacidades inconcebibles, cosas que yo mismo no sé si he llegado a entender. Después cae el terciopelo rojo, ornamentado de un un falo de oro, y ella se despide con un ademán de desprecio hacia todos. Se llama Lislott : es lo único que sé... "

              Gonzalo Torrente Ballester ( 1910-1999 )

              ( Foto de Lewis Morley )

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