jueves, 6 de diciembre de 2012

EL ROSTRO DE LA CIUDAD.


      Manuel de Lope es gran escritor. Sus novelas, con tintes barrocos, beben en fuentes clásicas. Dominio del idioma y creación de ambientes de forma magistral. Cada libro suyo es un regalo. Descubro, en uno de los anaqueles de mi biblioteca, " El otoño del siglo ", comprado en Madrid en 1989.

    " La explosión de la vida era particularmente visible en la Plaza Mayor, adonde los mirones acudían en masa. Todo el pavimento había sido levantado, y la plaza se abría en una boca gigante que algún día sería un aparcamiento subterráneo. Fue la primera renovación. Aquellos forúnculos se abrieron por todas partes, plazas y glorietas, cambiando el rostro de la ciudad. Los atardeceres se alargaban en crepúsculos aterciopelados, pero las noches primaverales fueron ruidosas, segadas por los proyectores, surcadas por unas enormes máquinas que en pocas horas asfaltaban una avenida. Noches de una realidad nueva, tan asombrosa que incluso las viejas putas, con sus grandes cestas de flores y tabaco, dejaron de pelearse ante tamaña transformación del mundo.
     El mundo se transformaba, sí, delante de los ojos estupefactos de putas y maleantes. Cada día traía una sorpresa en el suave horizonte de luz. En la llanura, los nuevos barrios edificaban decorados en planos diversos. El vientecillo juguetón señalaba con voz pícara : " Tras la muerte viene la vida. ¿ Ves ? Es la obra de la primavera. " Y escapaba a recorrer las calles levantando torbellinos de polvo... "

       Manuel de Lope.

       ( Foto de Francesc Català-Roca )

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