lunes, 29 de abril de 2013

MAREMÁGNUM.

        
            Lluvia de primavera con frío otoñal. Dejadez y sueños.

    Llega don Gonzalo Torrente Ballester.

    " ...Y, luego, a la memoria la condicionan las circunstancias del momento real, y las de éste en que recuerdo. Por ejemplo, lo que busco en ese maremágnum, del cuerpo de Úrsula : no es visual, sino táctil. Se dejaba acariciar en la oscuridad, pero algo más fuerte que ella le impedía mostrar su cuerpo a la luz. Se disculpaba con su educación puritana, quizá fuese cierto. Sin embargo, la impresión que deja la caricia es más intensa que la mirada...
    .... Cuando intento recordar el cuerpo de Úrsula tengo que poner la memoria en los dedos, en las palmas de las manos, y preguntar por los inacabables caminos que crearon. Fueron tantos que se confunden y a la postre quedan en uno solo, el cuerpo entero quieto en la oscuridad, si no es su mano,
que me busca.
    ... Hablé de frenesí. No partía de mí, sino de Úrsula. Daba la sensación de que era escaso nuestro tiempo, de que ella sabía a qué hora le llegaría el fin, y de que había que colmarlo sin dejar un solo entresijo vacío. Hicimos en aquel tiempo ( ¿ dos o tres meses ? ) lo que pudiera hacerse en un año. No sólo las confidencias que dejaban en claro, a cada uno de nosotros, la intimidad del otro ( ¡ y qué fácil es engañar con la verdad, y sin quererlo, de qué modo es posible que un conjunto de revelaciones verdaderas construyan fuera de uno una imagen ficticia ! ), como si nuestra necesidad de posesión recíproca pretendiese alcanzar a la totalidad de las personas, sino que intentamos acumular hechos que llegasen a constituir el sucedáneo engañoso de toda una vida a que aspiran, por la naturaleza del amor, los que se aman... "

      Gonzalo Torrente Ballester ( 1910-1999 )

       ( Foto de JeanLoup Sieff )

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