miércoles, 11 de diciembre de 2013

LA CONDESA DE SAMORIS.

         
              Me gusta leer los cuentos de Guy de Maupassant; descubrir esa sociedad que retrata magistralmente.

    " La condesa de Samoris.
     - ¿ Esa señora de negro, allá lejos ?
    - La misma, lleva luto por su hija, a quien mató.
    - ¡ Vamos ! ¿ Qué me cuenta ?
    - Una historia, muy simple, sin crimen y sin violencia.
    -¿ Qué pasó, pues ?
    - Casi nada. Dicen que muchas cortesanas nacieron para ser mujeres honestas; y muchas mujeres llamadas honestas, para ser cortesanas, ¿ no ? Pues la señora de Samoris, nacida cortesana, tenía una hija nacida mujer honesta, y eso es todo.
    - No lo entiendo bien.
   - Me explicaré.
 La condesa de Samoris es una de esas extranjeras de pacotilla que llueven a cientos sobre París, todos los años. Condesa húngara o válaca, o no sé qué, apareció un invierno en un piso de los Campos Elíseos, ese barrio de las aventureras, y abrió sus salones al primero que llegara.
    Yo iba allí. ¿ Por qué ?, me dirá usted. No lo sé demasiado bien. Iba como vamos todos, porque se juega, porque las mujeres son fáciles y los hombre indecentes. Ya conoce usted ese mundo de filibusteros con condecoraciones variadas, todos nobles, todos con títulos, todos desconocidos en las embajadas, con excepción de los espías. Todos hablan del honor a troche y moche, citan sus antepasados, cuentan su vida, fanfarrones, mentirosos, tramposos, peligrosos como sus naipes, engañosos como sus apellidos, la aristocracia del presidio, en fin.
   Adoro a esa gente. Son interesantes de estudiar, interesantes de conocer, divertidos de oír, a menudo ingeniosos, jamás triviales como funcionarios públicos. Sus mujeres son siempre bonitas, con un leve sabor de pillería extranjera, con el misterio de su existencia transcurrida acaso a medias en un correccional. Tienen en general ojos soberbios y un pelo inverosímil. Las adoro también.
    La señora de Samoris es el prototipo de esas aventureras : elegante, madura y todavía guapa, encantadora y felina, se la nota viciosa hasta la médula. Nos divertíamos mucho en su casa, jugábamos, bailábamos, cenábamos a altas horas...; en fin, hacíamos todo cuanto constituye los placeres de la vida mundana... "

      Guy de Maupassant (1850-1893 )

      ( Foto de Jean Claude Sánchez )

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